Nuestros días están cargados de productividad, ocupaciones y una cultura donde hacer y hacer se convierte en insignia de producir. Una cultura de alcanzar objetivos a un ritmo frenético y tan cargado de estímulos externos que nos impiden determinar cómo estamos a nivel interno. Y es que detenerse y parar es un acto necesario de autocuidado.
Parar puede entenderse como pausas breves pero necesarias. Puede ser que respiremos y contemplemos un paseo simplemente por el acto de hacerlo. Si, sólo por el placer de hacer algo sencillo como respirar o dar una vuelta por el barrio sin tener esa necesidad de estar en una ocupación o en responsabilidad. Dejar de estar el teléfono o estar en la más estricta compañía propia sin distracciones puede ayudarnos a saber qué necesitamos en realidad. Por lo tanto, parar a un nivel emocional implica:
- Detener la actividad mental o física por un momento.
- Observar cómo te sientes realmente.
- Poder reconocer si estás en un estado de vulnerabilidad.
- Permitirse estados de tristeza como la pérdida de un ser querido o ruptura.
- Quedarse ante emociones incómodas para comprenderlas y no irse de ellas.
- Darte tiempo para procesar lo que te pasa antes de actuar, hablar o tomar decisiones.


Podríamos decir que detenerse en un momento delicado o cotidiano es un acto de autorregulación emocional: en vez de dejar que las emociones nos controlen o se acumulen hasta desbordarnos, nos damos permiso para sentirlas con conciencia. Esta pausa puede ser tan breve como unos segundos o tan profunda como unos días de descanso o introspección.
Parar emocionalmente es pausar para sentir, comprender y cuidar lo que ocurre dentro de ti. Si sientes que necesitas parar y no sabes cómo gestionarte te animo a que contactes conmigo para gestionar ansiedad en Granada.