Cuando pensamos en verano, lo primero que nos viene a la cabeza es sol, calor, vacaciones y relax. Podríamos pensar en un principio que todo es armonía y felicidad. Pero también puede removernos y afectar a nuestro equilibrio emocional. Cambiar la rutina, sentir presión por “aprovecharlo todo” y unido al calor excesivo, pueden influir más de lo que pensamos en nuestro ánimo. Aquí te contamos cómo puede impactar el verano en tus emociones y qué puedes hacer para sentirte mejor.
La luz solar es uno de los grandes indicativos de grandes cambios del verano y pasando más tiempo bajo la luz natural. Esto suele ser bueno: el sol ayuda a que nuestro cuerpo produzca serotonina, que mejora el estado de ánimo, y también regula nuestro reloj interno, lo que favorece un mejor descanso. Pero ojo, que no todo es positivo. Para algunas personas, el exceso de luz y calor puede ser agobiante. Puede generar irritabilidad, cansancio o dificultad para dormir. Por eso, es importante encontrar un punto medio: aprovechar el sol, sí, pero también buscar momentos de sombra y frescura cuando el cuerpo lo pida.
Síndrome del ‘’verano perfecto’’. Parece que en verano todo tiene que ser increíble: viajes, planes con amigos, fotos en la playa… Las redes sociales a veces nos hacen sentir que tenemos que disfrutar a tope, todo el tiempo. Y eso puede acabar generando ansiedad o hacernos sentir que no estamos haciendo lo suficiente. Pero la realidad es que no hay una única forma válida de vivir el verano. Cada uno tiene su manera y su ritmo. Si tu verano no es como el de las películas o los influencers, no pasa nada. Escucharte, respetar tus tiempos y hacer lo que te sienta bien es clave para cuidar tu bienestar.

Vacaciones de verano ¿foco de estrés o descanso real? Las vacaciones se ven como un respiro, pero a veces traen sus propias tensiones. Organizar viajes, cambiar la rutina o pasar mucho tiempo con otras personas puede no ser tan relajante como imaginamos. Para que las vacaciones no se conviertan en una fuente de estrés, ayuda mucho planear con tiempo, bajar expectativas y recordar que no todo tiene que salir perfecto. Y si notas que te estás saturando, darte pequeñas pausas.

A priori el verano puede parecer la época perfecta para disfrutar en pareja: más tiempo libre, más luz, más oportunidades para estar por fin a solas… Pero no todo es tan idílico. El calor, los cambios de rutina y las expectativas poco realistas pueden afectar nuestro estado de ánimo, y eso se nota en la relación. Cuando hace mucho calor, es fácil que el cansancio llegue antes, irritabilidad o incluso con el ánimo por los suelos. Dormimos peor, rompemos con nuestras rutinas diarias y nos cuesta mantener la energía.
Si una de las dos personas se siente más apática, puede que deje de responder igual a la otra persona, y eso, a veces, se interpreta como desinterés o falta de implicación, aunque no haya una causa concreta detrás. Y de ahí, pueden aparecer reproches como: “No salimos nada”, “No te apetece hacer nada”, o “Siempre estamos encerrados”. En poco tiempo, la conversación se puede volver tensa y agotadora para ambos. Sin duda, uno de los grandes detonantes de discusiones en verano es la diferencia de ritmos: mientras una persona quiere descansar y tomarse las cosas con calma, la otra persona tiene energía para hacer mil planes. Y claro, si no se habla y se negocia, eso puede terminar en conflicto. Una de las grandes incógnitas que se nos pueden plantear en verano en relación con nuestra pareja podría ser la pregunta: ¿Cómo sobrevivir a unas vacaciones largas en pareja?
No es casualidad que muchas crisis de pareja estallen justo después de las vacaciones. Pasar 24/7 sin despegarse, tener que organizar todo en común, convivir con la familia política o lidiar con los más pequeños de la casa sin descanso puede ser agotador si no se está bien desde la comunicación. Por ello, hablar de lo que cada persona quiere o necesita, proponer alternativas y tomar decisiones de forma unánime. Si tenéis un mes libre, no hace falta pasarlo todo con la familia o haciendo lo mismo cada día. Buscad un equilibrio: tiempo juntos como pareja, espacio para los niños (si los hay), y también momentos individuales para cada uno, como salir a correr, leer o simplemente estar a solas un rato.
El verano puede ser una época preciosa para reconectar, pero también pone a prueba a muchas parejas. El calor, el tiempo libre y las expectativas pueden descolocar si no hay buena comunicación. Así que la clave está en hablar, entenderse, respetar los ritmos tanto de una persona como de otra y, sobre todo, no olvidar que cuidarse mutuamente también es descansar, escuchar y ceder cuando toca.